Más de un mes después del inicio de la guerra comercial llevada a cabo por el presidente norteamericano Donald Trump, China está recurriendo a nuevas tácticas para ganar la simpatía de los consumidores occidentales y mantener así su flujo económico
China siempre ha sido conocida por ser una de las mayores potencias comerciales del mundo, con una portentosa capacidad de producción y exportación. Ya desde la década de los años 80 China realizó un gran cambio en su política exterior, dejando atrás los ideales heredados del comunismo con una gran tendencia hacia el aislamiento y autoconsumo, sustituyendo esto por una estrategia centrada en aumentar la producción nacional y con el objetivo de basar su economía en el comercio exterior.
Esta actividad exportadora se acrecentó exponencialmente a partir del año 2001, cuando China comenzó a formar parte de la Organización Mundial del Comercio. La entrada a la OMC supuso una gran reducción de los aranceles comerciales que se imponían a los productos chinos en los mercados occidentales, los cuales pasaron de ser de un 40% de media antes de la entrada a la OMC a un 15% de media tras la entrada a la organización, porcentaje el cual se iría reduciendo paulatinamente hasta alcanzar un promedio del 9% en el año 2005.
Además de eliminar la gran barrera que suponían las altas tasas arancelarias, China logró acceder a sectores que previamente se encontraban restringidos ante las exportaciones de la potencia oriental, tales como la agricultura, la industria automotriz, el sector financiero o las telecomunicaciones.
Este aperturismo del mercado hizo que la industria China atrajera a un gran número de empresas occidentales, las cuales vieron una oportunidad dorada en los bajos costes de producción que ofrecía el gigante asiático siguiendo en la tónica de otros países orientales que basan su actividad comercial en la manufactura de productos de consumo, tales como Vietnam, India, Malasia o Bangladesh.
Tras las últimas declaraciones realizadas por el presidente Donald Trump en las que comenta que las empresas estadounidenses que producen más del 90% de sus productos en China como Nike o Apple ya están planeando en repatriar su producción a EEUU, se han comenzado a ver por distintas redes sociales un gran número de videos protagonizados por ciudadanos y trabajadores chinos, los cuales ponen en evidencia a dichas marcas americanas informando de cuales son los costes reales de producción en sus fábricas.
Además de aportar esta información, critican a las grandes marcas multinacionales (desde marcas de lujo como Louis Vuitton o Hermès hasta las más comunes como New Balance o Adidas) por inflar los precios finales para maximizar los márgenes de beneficio y después culpar de dicho aumento a los fabricantes chinos.
Esta estrategia es muy ingeniosa y efectiva, ya que no solo instan a la población occidental a adquirir los productos directamente desde proveedores chinos a unos precios muy competitivos, facilitando además los métodos de compra y enseñando a como realizar pedidos, sino que también logran generar un rechazo de los ciudadanos tanto hacia las marcas tradicionales (poniendo en evidencia los precios abusivos que llevan imponiendo desde hace años) como hacia los propios gobernantes occidentales que buscan luchar contra las mismas exportaciones chinas.
Y, ¿Cómo ha respondido la administración americana ante esta situación? Pues de momento a través de dos movimientos principales. El primero ha sido restringir todas las publicaciones en redes sociales pertenecientes a empresas norteamericanas (como Instagram o Facebook) que inciten a adquirir productos chinos o traten sobre los márgenes de beneficio que las empresas occidentales obtienen a base de producir sus bienes en China.
La segunda medida, tomada directamente desde la Casa Blanca, ha sido establecer aranceles extraordinarios específicos para gravar las importaciones pequeñas provenientes de China, las cuales suelen ir destinadas generalmente a compras de particulares a través de plataformas como Alibaba, Aliexpress, Shein o Temu (las compañías más populares entre los consumidores particulares).
Karoline Leavitt, jefa de prensa de La Casa Blanca declaraba en un comunicado oficial que estas pequeñas exportaciones chinas «comprometían gravemente la seguridad del conglomerado empresarial americano» y que «era necesario tomar medidas drásticas para redirigir el consumo a las empresas nacionales».

Sin duda, estas respuestas dejan entrever una palpable debilidad de las empresas americanas, que al no poder hacer frente a los productos chinos de una forma ortodoxa y competitiva, se ven obligados a recurrir a la censura y al establecimiento de leyes comerciales restrictivas y proteccionistas las cuales acaban perjudicando, como siempre, al ciudadano de a pie.
Muy bien redactado. Ahora qué va a pasar si los chinos paran fábricas y disminuyen producción…..veremos….
Siempre pagan los mismos,…..